jueves, 17 de diciembre de 2009


Biografía
Jaime Gil de Biedma


Mi familia posee una casa en Nava de la Asunción.

Nava de la Asunción es un pueblo de la provincia de Segovia, donde pasé los tres años de la guerra Civil. A pesar de haber residido casi siempre en Barcelona, desde mi nacimiento en 1929.

Estudié derecho en Barcelona y Salamanca, y me licencié en 1951. Posteriormente encontré un buen empleo, el cual me ha llevado a vivir largas temporadas en Manila, en una empresa comercial desde 1955 para ser exacto. Manila es bastante menos exótica que Sevilla, la razón de resultarme menos exótica es porque la entiendo mejor. Es por eso que yo adoro Manila.

Manila es para mí como la alternancia entre Cataluña y Castilla, que también podría denominarse alternancia entre la ciudad y el campo. La alternancia entre Cataluña y Castilla también podría denominarse, más exactamente, alternancia entre la vida burguesa y la vie de chateau. Claro, sé que no es lo mismo, pero me agrada mencionarlo, quizá porque un factor importante de mi mitología ha sido eso, la alternancia entre Cataluña y Castilla.

La perdida de cabello no me obsesiona, yo quede calvo en 1962. La perdida de cabello no me fastidia, me gusta ser calvo, tengo una línea de cabeza muy buena, según dicen.
Manila, Barcelona, ese punto medio entre Cataluña y Castilla… me da igual. Yo se que acabaré por volver a la casa de mi familia, en Nava de la Asunción.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Nota Periodística.
11 de Noviembre de 1983


El dia de ayer, se encontraron los cuerpos sin vida de Gertrudis de los Rodillos, Pánfilo Gumaro y sus tres hijos, en una de las principales granjas exportadoras de huevo en el condado Memphille. Se sospecha de Silvino Ramírez, quien semanas antes había tenido conflictos económicos con Pánfilo Gumaro, además de tener antecedentes penales por extorción.

Los cuerpos no presentan heridas externas con excepción de Panfilo que muestra heridas, aparentemente de picotazos en el cuerpo Por el momento, continuarán las investigaciones, se harán los respectivos análisis a los cuerpos para determinar las causas de su muerte, así como también a su granja.

jueves, 26 de noviembre de 2009






Otoño . . .







Los hombres y la vida se parecen tanto a las hojas. Al inicio son verdes, fuertes, vistosas y parecen inmortales a lado del árbol que las acoge. Se sienten tan protegidas.
Pero después, el árbol, al que tanta confianza tenían, toma su energía para seguir viviendo, las hojas se deprimen, cambian su color, se secan y finalmente… caen.
Carmen las ve caer y las pisa con sus zapatos de tacón negro, esos que no usaba hace más de 20 años. Su vestido negro hace juego perfecto con los tacones, y claro, con la ocasión. No es la única. A unos metros de ella está Refugio, su madre, con un gran bolso negro, arrugado y viejo al igual que ella; Su mano izquierda porta dos rosas rojas con la discreta marca de un dulce beso diurno.
El silencio es un cálido adorno al igual que el coro de los rezos, pronunciados por doce señoras tan santas cuan apóstoles recibiendo la bendición del santísimo. Una de ellas detiene sus rezos para acercarse a Nicolás, que permanece impasible mirando a la nada. La señora lo toma de la mano y lo invita a unirse y rezar hasta quedar afónico, pero él, al mover su mano bruscamente le hace entender su contundente “no, gracias”. Nicolás no puede olvidar los momentos de juventud junto a su inseparable amigo y sus múltiples borracheras por el amor de María, su dulce y ahora, arpía esposa.

María también está ahí, su pantalón es ajustado, logrando darle un efecto de delgadez extrema. Era el pantalón, o quizá había dejado de comer bien meses antes.
La culpa era su cruel acompañante, la seguía solo para confundirla más, para quitarle el apetito. Eneustacio Domínguez, ese era su nombre. Todas las mañanas mientras su esposo trabajaba, Eneustacio llegaba a su pequeña tienda a comprar un panque con pasas y a hacer otras cosas no tan “apropiadas”... pero hoy era el día, estaba decidida a abandonar a su conciencia y comer nuevamente, ahora no tenia porque preocuparse, su pecado había desaparecido junto con él.

La delicadeza de Carmen era nula, su madre se había dado cuenta al notar su indiferencia en el sermón. Cuando alguien se le acercaba intentando consolarla tiraba maldiciones y manoteaba. Odiaba el negro, verlo en ella y en los demás era repulsivo.
Ahora era viuda y no le importaba nada. Ella no quería el dinero que el abogado unas horas antes le había ofrecido, el dinero nunca podría comprar el tiempo, nunca podría regresar lo perdido, así que no valía nada. Sabía que su esposo había sido un infiel y que no la amaba como ella pensaba. Cuando Eneustacio regresaba de sus caminatas diurnas, apestaba. No era el olor que usualmente dejan los corredores después de ejercitarse, no. Olía a "no te amo”, “ya no es lo mismo”. Si, a eso olía.

Carmen estaba harta, quería saber de dónde se provenía ese peculiar olor, lo busco durante muchos meses, pero cuando lo encontró, dejo de ser ella
Ya no quería seguir con ese hombre, así que esperó hasta antes del amanecer, tomo un cuchillo, ese que tenia pequeñas rosas blancas de plástico en el mango( el único recuerdo de su boda) y sin pensarlo, apuñalo al hombre que durante muchas noches oyó roncar a un lado suyo.




Por ahora nadie sabe nada, pero lo único seguro para Carmen es que la culpa cambiará de dueño. Qué suerte para María. (:
A q u i e s t á m i t e r c e r t r a b a j o ..

lunes, 9 de noviembre de 2009



La segunda actividad del parcial...


---Cronica de un sueño---

Yo conocía a Antonio, era un tipo solitario que se pasaba las horas absorto en su mundo, no solía salir y la única forma de hablar con el era en Bouché, una cafetería antigua, a las 2 de la tarde comprando un expreso ó en el hospital, esperando.


Cuando me di cuenta de todo no lo creí, jamás imagine hubiera pasado eso y mucho menos por él; tenía la cara de un ángel, era blanco, lo que hacía que su cabello negro resaltara sus facciones, en especial esos ojos verde azulados, como piedras preciosas, los lapislázuli. Lo único que lo diferenciaba de estas criaturas divinas era su expresión que le restaba belleza, siempre estaba serio y cansado, quien lo viera diría que había perdido su sonrisa mucho tiempo atrás.


Lo vi la primera vez en el café, pidió su expreso pero la torpe empleada de grandes anteojos no lo escucho a la primera, estaba pasmada observando su rostro, no la culpo.
Tan pronto como se fue, me acerque a la empleada y le pregunte quien era aquel hombre tan apuesto, no me respondió, supongo que su trabajo se lo impedía o quizá había notado mi interés en él y se negaba a compartir esa información. No me importo, yo me encargaría de averiguarlo.


Al día siguiente llegue al café una hora antes, había muchas personas sentadas en las mesas de afuera platicando, me parecía muy entretenido escuchar sus conversaciones, casi siempre vacías, como las que yo tuve alguna vez, pero que ahora solo son vagos recuerdos. Esta ocasión no quise permanecer en el exterior , a pesar del que el día era propicio para eso, tenía que averiguar quién era ese tipo, cuál era su nombre y la única forma de hacerlo era escuchando a las empleadas cuando llegara a pedir su café.
Efectivamente, a las 2 en punto, la campanilla de la cafetería sonó sin falta cuando él abrió la puerta. Lo mire fijamente, tenia lágrimas secas en su rostro, quería acercarme a preguntarle qué sucedía pero una barrera transparente me lo impedía, no sabía nada de él, pero me preocupaba su aspecto, en verdad me interesaba saber que le pasaba.
Pidió su expreso como siempre, su voz se oía entrecortada. La empleada noto al igual que yo, su tristeza y le pregunto de la manera más educada si podía ayudarlo en algo y que comprendía su dolor, ¡ya despertara! , no esté tan triste, pero el movió su cabeza en gesto de negativa y descortés le dio la espalda. La empleada se sintió ofendida por esto, le dijo que en un momento lo atendería y siguió con su trabajo. No se había dado cuenta como yo de que una lágrima escurría por su mejilla izquierda, ocupando el espacio de la anterior lágrima seca. Me preocupe aun mas por él, quería levantarme y correr a consolarlo pero repentinamente algo me ató al asiento, mi cabeza empezó a dolerme intensamente, escuchaba voces discutiendo que harían conmigo, no le di importancia a eso, quería que cesara el dolor así que cerré los ojos para conseguir que el dolor disminuyera, pero de un minuto a otro, cuando volvió a sonar esa campanilla, el malestar desapareció repentinamente. Eso me indicaba algo, gracias a esa campanilla mi dolor había desaparecido pero también por desgracia, esa misma campanilla me anunciaba que el dulce ángel triste se había marchado.
Lo mismo ocurrió las semanas siguientes, cuando estaba a punto de levantarme de mi silla y hablar con él, el dolor aparecía, arrogante impidiéndome cumplir mi objetivo.
Uno de esos tantos días llego con una mochila verde caqui y, colgado de ella un dije con la letra A. Mi intuición que la mayoría de las veces me era fiel estaba segura de cómo se llamaba, me susurraba al oído su nombre, Antonio, el es Antonio… o quizá era algún recuerdo, no estaba segura.
Antonio saco una fotografía de su mochila, pidió su café y por primera vez, después de algunas semanas, se sentó en una silla sin dejar de observar la foto. Yo lo miraba, era desconcertante que estuviera tan pasmado, claro, su expresión triste aun no cambiaba, seguía siendo la misma pero había algo extraño. Repentinamente volteo a la mesa en la que yo me sentaba. Yo no sabía qué hacer, su mirada estaba apuntando específicamente donde me encontraba como una bala, supuse que estaba molesto conmigo y que se había dado cuenta de que lo miraba todos los días. Los pocos segundos que me miro se hicieron eternos, pero cuando volvió a observar su fotografía me percaté que, por suerte, había precipitado mis conclusiones y no me miraba a mí.
Salí del café y me detuve en el parque a pensar lo había ocurrido con aquel hombre, porque había volteado precisamente al lugar donde estaba sentada. Me parecía que esa obsesión se había convertido en algo más profundo y que algo inexplicable me unía a él. Estaba cansada, así que me tire en el pasto y cerré los ojos.

Al abrirlos, me di cuenta que estaba sentada en el mismo café, no podía controlar mi miedo y sobre todo no entendía como había llegado ahí. En ese mismo instante la campanilla anunció la llegada de Antonio que, como siempre, pidió su café. Tan pronto como la empleada se lo dio, aquel tipo se acerco al lugar donde yo estaba, sus pasos eran lentos y hacían que mi corazón latiera muy rápido, quise pararme pero nuevamente el dolor me retenía en la silla, ¡no sabía qué hacer!, me tape el rostro para evitarlo, era ilógico ¡todos los días venia al café y el día en que se acercaba no quería verlo! Esperaba lo peor, si, esta vez me pedirá que deje de acosarlo, ¡Estoy segura! Levante la mirada, nuevamente me equivocaba, se sentó y comenzó a llorar, yo trate de consolarlo, pero mis palabras no servían ni siquiera me miraba a pesar de estar frente a mí. Saco la fotografía de la mochila y la rompió, dejando los pedazos esparcidos en toda la mesa, dijo en un susurro, perdóname y se levantó como si nada hubiera pasado, con pasos más lentos, dejando sonar una vez más la campanilla.
Tome los pequeños pedazos y hice el intento por unirlos, estaba completamente consternada por todo lo sucedido. Al juntar las piezas me di cuenta que era una foto tomada en el mismo café, en la misma mesa, junto a la misma pintura barata y yo, ¡yo estaba en esa foto!, pero no estaba sola, Antonio estaba a un lado mío, abrazándome.
Sentí un gran dolor de cabeza, como si me hubieran dado un martillazo, no lo pude evitar, mis lágrimas brotaron llenando toda mi cara. Me sentía tan impotente, como pude haber olvidado a Antonio, ¡como pude haber olvidado lo que paso!
Por eso, ahora me doy cuenta lo especial que ese hombre es para mí, el era mi amigo, mi único amor. Lo había conocido en el mismo lugar donde ahora estoy sentada, el pedía un expreso, se acercaba a mí, me sonreía y me pedía un sobre de azúcar. Lo conocía. Mucho. Tanto como para recordar lo que el estado en el que estoy y lo que hago aquí.
Me levante del asiento y corrí al parque, sabía que ahí estaba, me detuve de golpe cuando lo vi sentado bajo un árbol. Al sentarme junto a él, el dolor de cabeza regresó haciendo que mis extremidades dejaran de moverComprobar ortografíase, sabía que no me escucharía, pero no me importó. El no tenía la culpa del accidente, pero no podía dejar que un error lo consumiera.
Con un aire consoladoComprobar ortografíar, con el mejor que tenia, le murmure al igual que él lo hizo. Sí, Te perdono



Esa vez fue la última que lo vi y quizá la última vez que lo sueño.

Antonio
, espero despertar pronto

martes, 13 de octubre de 2009






Hablemos de luces, hablemos de nada, hablemos de cosas de
verdad...de lo
mortal





Bueno, a petición de mi profesor de redacción (bueno, quizás no) y sin una razón aparente por el momento para escribir, pero con los ánimos (temporalmente) para hacerlo he decidido abrir este blog. :D


Les dejo mi primer trabajo del parcial, Tal vez no es lo mejor, pero hago el intento, ¿no creen?




LA FUGA DEL RECUERDO


Introduccion:
Barberio estaba bien, pese al plomazo. Bueno, sentía chistoso el pecho al respirar profundo y su rodilla era un asco, pero ya antes lo habían perforado y aún vivía para contarlo. Por ahora era libre, con eso bastaba. No lo encerrarían de nuevo, se juró en silencio, si tenía tan mala suerte y lo habían seguido hasta aquí, se metería el revólver en la boca y jalaría el gatillo. No volvería a una celda, al menos no con la tapa de los sesos puesta. Al cruzar la ventana, cayó en el interior de la vieja bodega.

EL COMIENZO DEL FIN



La oscuridad y lo amplio de la bodega no le permitía distinguir con claridad los objetos, era como un juego de sombras, cada una de forma irregular, tétrica y prácticamente indistinguible. Barberio se mantuvo en pie unos segundos hasta que perdió el equilibrio y calló torciéndose por completo su pierna izquierda, la única que no había sufrido un daño. – ¡Esto es el colmo! se dijo a sí mismo soltando una fuerte carcajada, tal vez de nerviosismo, sarcasmo o una simple reacción involuntaria, eso no importaba el dolor aún no era manifiesto en su cuerpo, tenía que buscar un lugar en aquella bodega lo suficientemente apropiado para ocultarse. Con sus manos palpó el piso para evitar golpearse y comenzó arrastrarse hacia una parte que vislumbraba, iluminada tenuemente. Al principio solo lo guiaban las diferentes texturas que sus manos sentían, objetos fríos, al parecer de metal lo hicieron intuir de inmediato que no se encontraba en una bodega común, sino en una especie de refaccionaria o algo así.
En efecto, cuando se acerco un poco más a la parte iluminada se dio cuenta que no estaba tan equivocado, la luz provenía de una vieja bombilla que alumbraba escasamente, había un calendario en la pared con algunos días del mes tachados, autos viejos desarmados por completo así como diferentes partes de los mismos esparcidas por el suelo, grasa embarrada por doquier - tal vez la causante de mi repentina caída, pensó- un fuerte olor a tiner entremezclado con gasolina y un pequeño banco donde decidió sentarse, después de mucho esfuerzo.
Aquella sensación de cosquilleo se desvanecía y era sustituida por un fuerte dolor, como si fuera atravesado por cientos de agujas a la vez, su camisa azul rey se tornaba negra con el color de su sangre al igual que su rodilla
-Seguro de esta no me salvo, ¡lo único que me llevara de aquí será la muerte!
Se repetía una y otra vez, tratando de convencerse de que no lo encontrarían. Una especie de transe provocada por su constante repetición se apodero de sus pensamientos, era como si una parte de él regresase al pasado, similar a las clásicas películas en las que antes de la muerte el protagonista revive todas sus experiencias relevantes, pero con una gran excepción, en este caso solo venían a su mente los recuerdos de su primer robo y lo que había pasado horas antes, solo eso, ¡como si su vida solo hubiera sido eso!, solo 2 simples capítulos, para nada satisfactorios…




UN TORMENTOSO PASADO



El primer recuerdo no era del todo claro, imágenes sueltas como las de un rompecabezas que trataban de encajar en un aparente suceso, al parecer desagradable; una casa deshabitada repleta de patrullas, un pequeño niño con sus manos y pies atados, todo aunado al irritante sonido de sus lloriqueos, la voz resonante del policía en el altavoz acusándolo de múltiples crímenes y Barberio de pie, con un sudor frio, su rodilla sangrando y apuntando su arma el cráneo de aquel inocente. Un sonido estremecedor y lágrimas escurriendo por sus ojos lo hicieron cambiar dicha escena de su mente sobreponiendo otra, la más reciente, el escape de su tormento, de un castigo bien merecido que se negaba a aceptar, como un niño rebelde que no quiere acceder a hacer su tarea.
Soledad… eso era lo que Barberio sentía a diario, evitaba a sus compañeros reclusos, asimilando el papel de un leproso, un antisocial. Desde su entrada a la prisión solo se concentraba en algo, encontrar el modo de salir, de ser libre…
Tras mucho planearlo por fin lo había conseguido, las heridas hechas por aquel policía anciano no lo detendrían , la patrulla robada que con esfuerzos conducía era casi un milagro con semejantes lesiones.

Su gran treta, planeada durante toda su estancia en la prisión se derrumbo cuando dio la vuelta en un distrito casi desierto y dio un semi-brinco para bajar de la patrulla con el propósito de engañar a la policía y encontrar un escondite, la bodega.


LABODEGA… LA REALIDAD



El recuerdo de Barberio se corto de tajo cuando escucho a lo lejos el peculiar sonido de las patrullas , su respiración se agitó y su cuerpo comenzó a temblar de una forma desmedida, quizá por el presentimiento de que sería encontrado o por la gran pérdida de sangre en su cuerpo, no estaba seguro, de hecho, ni siquiera pensaba en eso, mantenía la mente una especie de barrera temeroso de que los policías pudieran escuchar su propio pensamiento, era un grado de paranoia silenciosa que no podía controlar.
Todas las patrullas siguieron el rastro del auto con excepción de una que se detuvo en una esquina. De ella bajó un tipo alto, de complexión media, aquel hombre denotaba madurez y rigidez por su cabello cano, las arrugas a un lado de sus pequeños ojos grises y su bigote con un corte no acorde a la época. ¿Por qué razón había bajado en ese lugar?, fácil, solo el sabia que el prófugo estaba herido y el pavimento mostraba claramente un hilo de sangre, sangre con un cierto resplandor plateado ante el reflejo de su linterna.
El policía siguió este rojo camino hasta encontrar una puerta entreabierta, introdujo por aquella abertura su linterna y posteriormente en una actitud defensiva su arma, miró por la pequeña en todas las direcciones que le eran posibles pero no se percató de nada fuera de lo común, aun así tenía que cerciorarse de que el “prófugo 23AK” no se encontrara ahí. Él lo conocía perfectamente, un tipo enclenque a pesar de sus piernas bien formadas, diseñadas para correr un maratón si se lo propusiese (que ironía), con el cabello café, muy corto después de su estancia en la prisión y ojos grandes como los de un búho al asecho de su presa. Y qué bueno que lo conocía, porque de no haber sido por Barberio, El, Jorge Martínez no tendría su cargo actual como comandante. Fue gracias al aprisionamiento de Barberio, el homicida múltiple, que lo habían ascendido. Pero bueno, eso era irrelevante por el momento, su objetivo era encontrarlo.
Entro a la bodega y reviso cada lugar que su linterna le permitió ver, fijo la vista hacia la esquina izquierda de la bodega ya que la iluminación era diferente, la unica completamente visible. Se acerco con mucha precaución, evitando caerse y con un gran asombro vio un charco de sangre y un hombre sobre él, en efecto, era el prófugo 23AK, se mantenía inmutable, como si estuviera durmiendo, el comandante Martínez saco un cigarro de su bolsillo lo encendió y con su teléfono llamo a las demás patrullas, el operativo había acabado. Miró a Barberio durante unos minutos, sonrió y dejando caer la colilla del cigarro murmuró –Conseguiste lo que querías, a pesar de todo… eres libre.

IN LAK´ECH! :D